En el Sudán, donde impera la sharía, la libertad religiosa no existe, y se persigue y asesina a quienes en el ejercicio de su libertad han abrazado la fe cristiana. Meriam, al igual que Asia Bibi en Paquistán y otros tantos cristianos anónimos que viven en el mundo musulmán, no están dispuestos a renegar de Cristo.
Son más de cien millones los cristianos que sufren persecución, pero los motivos religiosos no están en las agendas de los organismos internacionales. No hay un plan de acción serio y eficaz para luchar por la libertad religiosa. Es más, la persecución religiosa a los cristianos es ignorada, cuando no silenciada como si de un tabú se tratara. Los mandatarios y los políticos de los países del mundo libre jamás hablan de ello y si lo hacen esconden las verdaderas razones de la persecución. Así de duro y así de cierto.